Fin y principio. Transmutación de paradigmas.

18 Mar 2024

Equinoccio de marzo 2024.

Por Iva Hryc

Marzo de 2024. El equinoccio nos reúne una vez más para iniciar un ciclo solar. Atrás queda una temporada pisciana hiperporosa, bajo el aura de Neptuno y Saturno transitando por el agua mutable, abriendo nuestra sensibilidad a todas las frecuencias humanas y planetarias.

Este es un inicio de año con aroma a final. Mientras termina lentamente su ciclo zodiacal, Neptuno nos recuerda esto: somos vibración, puntos de encuentro entre ondas, resonando y estimulando a la vez que registramos. O incluso si no lo notamos, todo está sucediendo al mismo tiempo. Nos enteremos o no.

Cada vez que ingresa a un signo cardinal, el Sol, luminaria de la consciencia, arroja luz sobre este registro poroso, al entrar en orbe de conjunción con Neptuno en los últimos grados de Piscis. Tales contactos son parte de un proceso que lleva un par de años y se acentuará a partir de 2026, cuando Neptuno finalmente comience su tránsito por Aries. El llamado es a registrar que no estamos separadxs de nuestrxs prójimxs, por más largas las distancias y disímiles los idiomas. Yo soy aquí, en Argentina, una onda que resuena con vos, en Japón, en México, en Ucrania y en Palestina. Podemos fingir que nos pasan cosas distintas, pero no es más que una máscara. Muy adentro, los temas que nos compelen son facetas de un mismo dolor. Si atendemos amorosamente, es posible sentir el desgarro humano causado por la caída de los velos, la tristeza por los temas que parecían superados y que, sin embargo, se reeditan hoy con la misma virulencia que los agitó décadas atrás.

En este sentido, la conjunción que forman en el cielo Quirón y Mercurio nos habla de las heridas naturalizadas que operan como resistencia para hacer contacto con el impulso y el desequilibrio que necesitamos para reconocer nuestro deseo. Es vital ponerlo en contexto del stellium que forman con el eje nodal, en los mismos grados de Aries-Libra. El eterno malentendido del deseo se manifiesta. Si el registro individual lleva a cada unx a lanzarse desbocadx, no es posible ver al otrx y danzar. Pero si, por el contrario, vernos unxs a otrxs paraliza nuestra capacidad de actuar, en realidad tampoco nos estamos viendo, sólo fingimos hacerlo.

El desafío es, quizás, descubrir que la individualidad no es lo que soñamos que era. Que no existimos solxs en tanto islas, sino que somos archipiélago en un mar de resonancias que nos llama a expresarnos por nosotrxs mismxs, pero en contacto con la totalidad. Durante todo el año, Plutón entrando en Acuario nos propone indagar en nuestro vínculo con lo colectivo. La Luna en Leo de este equinoccio, opuesta a Plutón, nos acerca al contacto con ese registro. La intensidad resonante sólo es tal en la medida en la que sirva el propósito de lo macro. La grupalidad se potencia en la diversidad individual. ¿Nos haremos expertxs en la alquimia de trasvasar energías? ¿Aprenderemos a alegrarnos por el brillo del prójimx? Paciencia. Tendremos diecinueve años para averiguarlo.

Saturno promedia su paso por Piscis, dando los pasos previos a la conjunción con Neptuno en los últimos grados del signo, antes de iniciar juntos el ciclo zodiacal en 2026. La pregunta por el sostén resonante y la disolución de los bordes conocidos gana volumen a medida que se sigue evidenciando la rigidez de las estructuras detonadas por la triple conjunción en Capricornio del memorable año 2020.

En contexto de eje nodal Aries-Libra, Venus conjunta a Saturno en Piscis nos ayuda a mantenernos abiertxs a la importancia de hacer espacio a lo real, si de verdad queremos encontrarnos unxs con otrxs. Las heridas por la dificultad del encuentro se hacen evidentes e inesquivables. La diosa del aquí y ahora nos aporta la sabiduría de atender a lo que realmente suceda, nos guste o no. Tal vez no sea tiempo de sentir por dónde fluye la vincularidad. Tal vez, lo más maduro que podemos hacer hoy es sentir en toda su profundidad lo difícil que es hacerle lugar a quien tenemos enfrente, en su especificidad, en su diferencia, en su brillo.

A sólo un mes de la conjunción Júpiter-Urano en Tauro, no nos queda más que confiar en lo inminente del salto de paradigma. Confiar en la infinita capa de registros que se abren si podemos abrazar la caída de los sueños colectivos. Confiar en la frustración como maestra. Confiar en que de tanto sentir por dónde no fluye el amor, podamos empezar a intuir, a tientas, con sentidos que aún no conocemos, por dónde… Por dónde sí.

Luz a los caminos de las almas en búsqueda.

¡Feliz equinoccio!


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