Glosa al cuerpo cíclico

24 Oct 2023

Por Isaac Forns

Cuando contemplamos la vida en sus más variadas formas, podemos ver.

Parece que el tiempo se quema. Solemos percibir el tiempo como algo que pasa y nunca volverá. Tenemos agendas con días consecutivos, acumulamos años que nos preguntamos al conocernos. Pasan trenes que nos han dicho que nunca volverán a pasar. Con el tiempo envejecemos, adquirimos perspectiva de todo lo que ya ha pasado y no va a volver. El tiempo nos da una suerte de vértigo, una sutil urgencia, una prisa por hacer todo lo que nos queda por hacer, que se acentúa en el tiempo.

Pero, ¿qué pasaría si te digo que eso es solo una cara de la moneda, que hay otro tiempo en el que los trenes pasan constantemente? ¿Cómo se siente ver como real el “todo vuelve”, no como una metáfora romántica, sino como la más clara y profunda realidad del cosmos?

Hay un tiempo cíclico en el que el inicio es el final y el final es el inicio. En el presente está contenido el pasado y el futuro. Pasado y futuro solo existen en la mente como proyecciones o residuos de otros presentes continuos. Solo hay presente con ventanas a distintos niveles y profundidades de la existencia. Estos ciclos son múltiples, están interconectados y son autopoiéticos. Se autoorganizan y tienen el potencial de complejizarse, de manera que podemos representarlos como una espiral ascendente en la que periódicamente se da la posibilidad de un salto de órbita, léase, un salto cualitativo en la percepción de la realidad, una integración súbita de sensibilidad, manifestada como habilidad o inteligencia.

Los seres humanos hemos medido el tiempo gracias a eventos que se repiten. La salida y puesta del sol, las estaciones, las mareas, etc. Nosotros participamos de estas repeticiones. Nuestras bases biológicas, como seres humanos, están íntimamente entrelazadas con estos ritmos que nos dieron una primera mirada y visión del tiempo. Las repeticiones cíclicas no se limitan a la rotación y traslación de la Tierra o a las lunaciones, que por supuesto son fundamentalmente importantes, sino que cada objeto del Sistema Solar es una aguja de un reloj astral que abre ventanas de posibilidades en la experiencia humana. 

No estamos separados del cosmos que nos parió. Estamos hechos de la misma materia de la que están hechas las galaxias, los astros, los planetas, los cometas y los agujeros negros. Vivimos en un rinconcito del universo que tiene un orden magnificente del que participamos íntimamente.

Buena parte de nuestra participación es espontánea y sincrónica. No tenemos que hacer nada especial o raro para participar de estos ciclos. Naturalmente, nuestros cuerpos sintonizan con los impulsos y acentos que los ritmos celestes van marcando. Es una bella sinfonía inaudible y eterna con melodías que todos conocemos, con estribillos que incluso alguna vez hemos cantado. Otra parte requiere volcar la atención hacia el cuerpo.

No hay experiencia fuera del cuerpo. Nuestro cuerpo suda con el calor, se contrae con el frío, tiene hambre y sed, orina y defeca, menstrúa, tiene erecciones,… Si se da una herida, sangra y coagula. Si le entra un patógeno, aumenta la temperatura para librarse de él. Tiene un latido constante. 

Desde que naciste hasta que mueras. 

El cuerpo respira, y tantísimas otras funciones bioquímicas suceden automáticamente producto del desarrollo ontogénico del que somos herederos. Fuimos amebas, ahora somos Amebas Premium Excellence Plus Pro. En el fondo abrimos y cerramos, pero de formas sofisticadas, variadas, complejas, compuestas y coordinadas, pero somos cuerpos con estos dos movimientos vitales y cíclicos que se van alternando y que generan la vida: aperturas y cierres.

No somos tan distintos del cosmos que nos parió. Nuestro latir del corazón es cíclico, nuestro respirar es cíclico, nuestras menstruaciones son cíclicas, nuestras erecciones también. Nuestro dormir y despertar es cíclico, nuestra renovación celular es cíclica, nuestras vacaciones son cíclicas, nuestras fiestas y muchos otros constructos culturales son cíclicos. Trabajas, trabajas, trabajas y cobras, y vuelta a trabajar y cobrar. Entrenas, te cansas, segregas endorfinas, te recuperas, estás más en forma, tienes más bienestar y vuelves a entrenar. Te comes algo muy rico, disfrutas, quieres comer más de eso, buscas la receta, consigues lo necesario, lo preparas y te comes eso tan rico de nuevo. 

Cualquier actividad humana puede ser vista de forma cíclica. Hay una inteligencia intrínseca en el proceso cíclico. La repetición es intrínseca a nuestro comportamiento. a través de la repetición aprendemos, afianzamos, mejoramos, disfrutamos y nos podemos abrir a ciclos más grandes, más complejos, más ricos, más íntegros. 

Cuando miramos los eventos de forma aislada, podemos perder de vista la profundidad que nos da el ciclo. Yo puedo habitar una primavera en Tailandia, vivirla y disfrutarla intensamente, pero necesito pasar varias primaveras en Tailandia para poder comprender cuál es la oportunidad inherente en las primaveras tailandesas. Cuando viajo, tengo la manía de quedarme en el mismo sitio unos pocos días y hacer cada día lo mismo. Desayunar en el mismo sitio, ir a la misma tiendita, intento hacerlo a la misma hora, con el mismo recorrido y a la misma velocidad. Lo fascinante es todo lo distinto que emerge en esa repetición rigurosa. Tantísimas cosas nuevas en un contexto distinto pasan por alto que solo la repetición cíclica puede abrir las puertas a nuevas comprensiones, nuevas sensibilidades que nos permitan relacionarnos con el entorno y con nosotros mismos con más vida, con más intensidad, con más cuidado y afecto, hacia adentro y hacia afuera.  

Es necesario entrar en la lógica cíclica para habitarnos y habitar nuestro entorno, el mundo, de manera orgánica, armónica, respetuosa y equilibrada. Los desequilibrios que tenemos que encarar como civilización en el siglo XXI requieren de modelos más amplios que abran caminos para relacionarnos de una forma más sana y equilibrada con nosotros mismos, con los demás y con toda la vida que nos rodea. 

Cuando contemplamos la vida en sus más variadas formas, podemos ver, en todos los casos, ciclos armónicos y bellos. Cada una de estas observaciones nos da pistas de cómo podemos habitar nuestros propios ciclos. 


Isaac Forns

Graduado en educación, historiador de la música, especialista en método Montessori, músico y bailarín improvisador, entra en contacto con la Astrología, accidentalmente, en 2004. Su comprensión astrológica bebe de la fascinación por el trabajo de Rudhyar, Arroyo, Huber, Carutti y Tarnas, entre otros.

Su carácter humanista y polifacético le llevan a explorar varias culturas, lenguas y tradiciones religiosas y espirituales; las diversas y recientes corrientes psicológicas y prácticas corporales, tanto deportivas, como expresivas y terapéuticas, que van integrándose progresivamente en su cosmovisión participativa.

Especialmente influenciado por experiencias personales y transpersonales a través de las Nuevas Constelaciones Familiares y la Respiración Holotrópica, empieza a ofrecer asesoramiento astrológico en 2018, que compagina con su trabajo pedagógico, dando seminarios de pedagogía, talleres de Danza Improvisada y clases de Audición Musical en la Universidad de Alicante. 

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