¿Cuál es la tierra de la astrología? / los gestos de la astrología II / el jardín de la astrología
Por Fran Stella
“Palabras Mágicas” llama Silvia Rivera Cusicanqui1 a esas palabras que nos evitan meternos en terrenos donde quizás, nos desencontremos, nos lastimemos, nos incomodemos. Pienso que la vida cotidiana está llena de esas: “progresismo”, “derechos LGTBIQ”, “el lado correcto de la vida”. Palabras que funcionan como ibuprofeno porque calman al escucharlas. Y también inmovilizan: me quedo tranquilo cuando te escucho decir que sos progre pero no discutimos qué significa, ni investigamos la distancia entre el decir y el hacer, entre la mente y el cuerpo.
La astrología también está llena de esas palabras mágicas. “Mercurio retrógrado”, “Luna llena”. Los símbolos son en sí mismos palabras mágicas que, si no se amplifican y se dotan de un sentido encarnado en el cuerpo en el momento presente, en vez de ser una llave que abre caminos pueden transformarse en paredes, en alambrados que separan tu terreno del mío. Es justo en esa intersección donde se erige un cartel con una imagen, para que nos vinculemos a través de ella. En realidad, quizás no nos damos cuenta, pero cada quien sigue en su casa de country. Vos la ves de un lado, yo la veo del otro, puede pasar que creamos que estamos viendo lo mismo. ¿Cuánta fuerza hace falta para que nos levantemos de la reposera, nos acerquemos al alambrado y nos contemos qué estamos viendo? ¿Cuánto valor para que nos animemos a sincerar que quizás, estamos viendo cosas diferentes?
Una capa de esto es intrínseca y estructural a la manera en que funcionan los lenguajes simbólicos: a través de imágenes. Una imagen es polisémica: tiene múltiples capas de significados posibles, a veces contradictorios entre sí. Traducir la sensación en imagen, la imagen en idea, la idea en sensación y así… infinitas traducciones hiperrápidas, y a veces no conscientes, que pueden atorarse si no nos invitamos a respirar con la lentitud necesaria para ir sintiendo lo que cada palabra despierta en nosotrxs.
Si no nos preguntamos si estamos entendiendo lo mismo, no nos damos el permiso de ir a ese territorio poblado de nubes donde no existen las garantías pero puede pasar que nos encontremos. Visitarlo implica estar probando una y otra vez, como enhebrar el hilo en la aguja para dar puntadas que nos acerquen. Como dice la canción de Chita “Paso el hilo en la aguja / hay una luna / que me empuja / estoy lejos de mi casa / y la selva me amenaza”. Las palabras mágicas quizás nos hagan sentir en casa pero ¿qué palabras pueden dejar entrar la selva?
Otra capa de esta cuestión me parece que es la siguiente: ni el lenguaje de la astrología ni las palabras que usamos en la vida cotidiana están desprovistas de un recorrido histórico, de un contexto que les da sentido, de una lucha de poder alrededor de ellas. Por ejemplo, la palabra “libertad”, en estos momentos en que la ultraderecha crece a nivel mundial, adquiere un sentido diferente. Más allá del juicio, la postura ideológica y demás, creo que es una oportunidad para actualizar las palabras que usamos para hablar de las sensaciones Sagitario/Acuario o Júpiter/Urano, por nombrar un ejemplo. Ni bien, ni mal, ni correctas, ni incorrectas: múltiples y constantes oportunidades para que la relación entre los símbolos de la astrología y las lenguas que hablamos cotidianamente se actualice permanentemente, se transforme en un jardín que crece, muta, pierde las hojas, se composta, flora y se llena de abejas en un ciclo sin fin.
Por eso quiero compartir dos frases de Silvia Rivera Cusicanqui para reflexionar alrededor de ellas, una vez más, en un gesto que acerque disciplinas diferentes para que se contaminen. Ambas son de su libro Un mundo ch’ixi es posible. La primera dice “enraizamiento en una lengua con patria: lugar de enunciación inscrito en un espacio-tiempo y un paisaje concretos”2. La segunda, “incapaz de hablar una lengua con patria”. 3
Me interesan porque no puedo no preguntarme, entonces ¿Cuál es la patria de la astrología?
Aterrizar de a poco
Algunas respuestas obvias serían “el cielo” o “las estrellas” o “los planetas y las constelaciones zodiacales”. Pero si la astrología, más profundamente, es un lenguaje que complejiza nuestra percepción de la vida como relaciones, ese “arriba” implica un “abajo” desde el que es observado. El abajo, la Tierra, nuestro cuerpo es otra posible respuesta a la pregunta por la patria de la astrología. Patria o territorio.
Luego podemos asomarnos a una dimensión más gelatinosa y pensar que el territorio de la astrología es la relación entre el cielo y la Tierra (o las relaciones ¿por qué no?). Me interesa esa patria sólida pero inestable porque significa que no es permanente sino que depende de lo que entendamos por cielo y por Tierra en el plano vertical –empiezo a sospechar que la verticalidad guarda un relación con el espacio– y lo que hayamos venido entendiendo de ellos a través del tiempo en el plano horizontal –acaso más cerca del tiempo–.
Las palabras “cielo” y “Tierra” no existen por fuera de nuestros cuerpos que las pronuncian. Hablando mal y pronto, el arriba tiende a estar valorado por sobre el abajo (llámese catolicismo, torre, cabeza, cerebro, paraíso / infierno, genitales, sótano, barro). Pero además esa valoración, o incluso el significado del que dotamos a las palabras, tiene un recorrido histórico (lineal y horizontal) que va hacia atrás y que no es inocente. El lenguaje de la astrología como nos llega hasta hoy no nace de un repollo, sino que es simultáneo a un proceso de colonización.
La importancia de llevar la atención sobre este aspecto de la astrología, me parece, tiene que ver con que es un lenguaje que se pretende universalizante, en el sentido de que refiere a la experiencia “humana”, a las “imágenes arquetípicas” y a los “surcos colectivos”. Sabemos que hay, lamentablemente, humanxs más humanxs que otrxs. Entonces ¿cuánto de lo aparentemente “humano/universal/arquetípico” que da por cierto la astrología es en realidad “hegemónico”? ¿Son excluyentes el movimiento de universalización/planetarización y el de la conformación de una hegemonía como tal? ¿En qué medida la astrología en la actualidad participa de estos procesos?
Es necesario remontarnos al surgimiento de este lenguaje para rastrear, en sus recorridos y derivas hasta transformarse en el lenguaje que conocemos hoy, los momentos en que lo “europeo occidental” se asume como “humano”. Los momentos en que esas direcciones comienzan a seguirse y a repetirse hasta volverse invisibles y simplemente, darse por ciertas y naturales, para decirlo con palabras de Sarah Ahmed.4
Pero el objetivo de este artículo no es tanto ponerse la gorra de policía de la moral, sino invitarme e invitarnos a investigar cómo hacemos espacio para trabajar en una zona liminal donde dar por cierta la universalidad de las imágenes arquetípicas y al mismo tiempo dejar espacio para la duda. Sería algo así como hablar el lenguaje de la astrología con una doble atención. La entrega y la confianza por un lado, para dejarnos atravesar por lo que las imágenes producen en el plano simbólico y la sospecha curiosa, por el otro, para encontrar los aromas que luego de un tiempo huelen a podrido.
En otras palabras, es una invitación a un juego, a un ejercicio imaginal. La posibilidad, creo, de restarle solemnidad a lo que hacemos y al mismo tiempo, comprometernos con investigar, panza adentro, en qué medida participamos de aquello que afuera parece evidentemente condenable. De comprometernos con sincerar los propios privilegios. De cantar piedra libre al lugar propio de cada quien, que asume que lo humano es exclusivamente de una manera. La posibilidad de usar el lenguaje de la astrología para investigar el propio mecanismo neptuniano gracias al cual lxs humanxs tendemos a universalizar la sensibilidad.
Misionerxs y piratas
Siempre me resulta importante recordar la distinción y jerarquización de planos con la que trabajamos en la astrología. La hipótesis de que la energía genera formas nos permite distinguir diferentes planos que van de la “vibración” a las “formas” y generan muchas capas que, como un hojaldre, atraviesan la distancia que separa el nivel abstracto y sin forma del nivel concreto específico. Mi sospecha, aunque en principio comparto esta idea, es que temo que eso esté contaminado (porque están inscriptas en nuestro cerebro) por ideas platónicas del tipo: el cielo es perfecto; la tierra, imperfecta; la abstracción, pura; la forma real, impura; la mente, brillante; el cuerpo, olvidado.
Tampoco es que Platón haya inventado la preferencia por tender hacia arriba; más bien quizás haya sido un emergente de ella que, al mismo tiempo, nos legó su producción dejando una importante huella en la memoria, por lo menos europea-occidental. Tampoco es una cuestión de enarbolar la bandera de la preferencia por tender hacia abajo, sino una vez más, de sentir lo que sube y baja al mismo tiempo como un solo movimiento. Como una coreografía.
Por ejemplo, la idea de que puedo ir a lx astrólogx y que ellx me puede hablar de mí sin conocerme se acerca bastante a esta preferencia por lo alto. Desde esta lógica, el código natal basta para hablar de la persona. El código, la vibración, se come el cuerpo concreto. Esta idea es demasiado parecida, a mi gusto, a la mentalidad del pastor que André Haudricourt describe en su libro El cultivo de los gestos y que, según dice, es el germen de la mentalidad capitalista occidental.
El pastor conoce mejor que el rebaño de ovejas lo que las propias ovejas necesitan. “Yahvé, dios de mando, dirige la marcha del rebaño al cual revela la tierra prometida en la que saciar la sed y calmar el hambre”5. Así me voy acercando a lo que verdaderamente me importa y creo necesario: enmarcar la astrología en un marco ecosomático6, como lo describe Marie Bardet en su texto Hacer mundos con gestos, editado en el mismo libro.
De este modo podemos preguntarnos: ¿cómo hacemos las personas que habitamos tierra latinoamericana y somos parte de un tejido social complejo, que lleva las marcas de la colonización encima, para apropiamos de un lenguaje que justamente fue sistematizado por quienes nos colonizaron (por nuestros “amos” en palabras de Audricourt)?
Otra vez y con calma: sin ánimos de ponerme la gorra con nadie más que conmigo mismo. Soy una persona blanca, de familia descendiente de europexs, católica. Check, check, check. Mucho antes de la cancelación y mucho antes también de la amnesia, creo que hay múltiples senderos que nos pueden llevar, a cada quien en su propia dirección y a su propio ritmo, a investigar mangueras adentro algo que también está codificado en nuestros cuerpos –esto es– los vestigios de la colonización. Hablando un lenguaje que a puro bombo y platillo propone algo fascinante: atender los vínculos entre la Tierra y el cosmos, entre nuestros cuerpos y los cuerpos de las estrellas.
Es momento: así como todo cuerpo es político, quizás todo cosmos también lo sea7. En el mismo libro que cité anteriormente, el autor hace referencia a la semejanza entre la mentalidad del pastor y la del capitán de barco. “La mentalidad del marino se parece mucho a la del pastor: sobre un barco hace falta un jefe que imparta órdenes ejecutadas en el campo para la buena marcha del navío, y ese jefe es omnipotente, ‘amo después de Dios’”8. Curiosamente, el capitán de barco es uno de los pocos tripulantes que sabe leer las estrellas, orientarse siguiendo el cielo.
Voy sintiendo poco a poco, entonces, la mentalidad del capitán adentro mío: no es tan disparatado imaginar que en la imagen arquetípica del astrólogx viajen vestigios de capitanes. Ahora bien ¿Quién seremos? ¿Un misionero evangelista o un pirata?
Desnudar esta serie de resonancias, relaciones, historicidades e implicancias me permiten llevar la atención sobre decisiones que, como astrólogxs, podemos tomar a la hora de trabajar con este lenguaje. Podemos evangelizar, misionar, mostrar el camino indicado a seguir, es decir, orientar, o podemos ser piratas: llevar ilícitamente de un lado a otro, y por rutas nuevas, sustancias misteriosas.
Si no asumimos esa contradicción entre el misionero y el pirata, creo que la astrología corre el riesgo de solamente replicar formas capitalistas, extractivistas y universalizantes. Quizás, podamos al mismo tiempo cuestionar, crear e imaginar algo distinto. No quiere decir esto que no nos atraviesen los cuerpos aquellas imágenes occidentalizadas, sino que es fundamental experimentar también cierto espacio interno para que otras imágenes puedan moldearnos, apostando a que el movimiento no es unidireccional –“la vibración genera formas”– sino que las formas nuevas guardan la potencia de generar vibraciones diferentes.
Creo profundamente que algo en nuestras vidas debe torcerse cuando entramos en contacto con la astrología. A mí en lo personal ese torcimiento me conecta con la sensación de estar-en-el-mundo-cuir. Pero no es la única. A fin de cuentas, lo torcido es también una vibración que seguramente pueda adoptar infinitas formas en cada quien.
- Socióloga boliviana, autora del libro “Un mundo Ch’ixi es posible”. ↩︎
- Rivera Cusicanqui Silvia, 2018, Un mundo ch’ixi es posible, Buenos Aires, Tinta Limón, pág. 14 y15. ↩︎
- Idem, pág. 30. ↩︎
- Teórica cuir migrante, autora del libro Fenomenología queer. ↩︎
- Haudricourt André, 2019, El cultivo de los gestos, Buenos Aires, Editorial Cactus, pág. 41. ↩︎
- “Una perspectiva ecosomática remite a una propuesta de contramodelo de cuerpo que apunte a dar cuenta de los vínculos entre medio ambiente, “cuerpo ” y”mente ” modelizado tanto a partir del campo de la ecología científica como de las humanidades medioambientales. Remite a la necesidad de percibirse en reciprocidad dinámica y continua con el medio, visto a su vez como ecosistema, es decir, como un ámbito en el que se comparte un común cotidiano con otros seres vivientes. No buscamos así construir una nueva doctrina, sino enunciar una situación singular, desde la cual practicantes, artistas, investigadores, activistas y estudiantes piensan, sienten y actúan. Hablar de ecosomática hoy es interrogarse por los alcances políticos de las prácticas somáticas, por las relaciones entre humanos y no humanos que estas son capaces de inventar y por las estrategias de resistencia a las hiperlógicas mercantiles y financieras basadas en el extractivismo y a explotación de los recursos limitados del planeta.” Bardet Marie, Clavel Joanne y Legrand Marine citadas en Hacer mundos con gestos, 2019, Buenos Aires, Editorial Cactus, pág 87 ↩︎
- Ver lo cósmico-político en ¿Hay mundos por venir? De Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski, 2019, Buenos Aires, Editorial Caja Negra. ↩︎
- Haudricourt André, Ibidem, pág. 44 ↩︎

Fran Stella
Fran Stella (Buenos Aires, 1993) es artista visual, performer y astrólogx. Investiga la relación entre el arte, la salud y la imagen a través de la pintura, el dibujo, la escritura, la performance y la consulta astrológica. Investiga también el cruce entre teoría cuir y la mirada astrológica. Se formó en CASA XI, donde actualmente realiza el posgrado Ensueño Dirigido, y la Escuela de Mariano Quintas, donde actualmente es parte de Entramando Códigos. En 2023 fue residente de The League of Stars, residencia de arte y astrología coordinada por Luz Peuscovich.
Desde el 2022 acompaña procesos desde la astrología. Además, es docente de Vergel, una asociación que brinda clases de arte en cuidados paliativos. Coordina grupos de trabajo para astrólogxs de manera independiente y da clases de dibujo y pintura en su taller.
Realizó muestras individuales en Moria Galería, fue becarix del programa de formación Artistas x Artistas (2022) y del Fondo Nacional de las Artes (2021).
Por último, escribe textos sobre arte y actualidad en el Flasherito y sobre astrología en su blog Cultivar la Astrología.Contacto:
stellafrn@gmail.com
+54 9 11 31 87 89 59
https://cultivarlaastrologia.wordpress.com/
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