La practica de la esperanza

8 Jul 2023

Por Gi Juliano

Fueron noticia las termas de San Casciano donde unos arqueólogos hallaron tres mil monedas romanas y unas figuras votivas, un auténtico tesoro sacro. Desde hace un tiempo viene dándose una recuperación extraordinaria de tesoros antiguos, a la par la traducción de textos que están generando gran interés y un retorno a fuentes significativas. En los antiguos templos etruscos, lugares destinados a la oración y a la plegaria se solían encontrar numerosos exvotos o figuras votivas para implorar el favor de la divinidad o bien para agradecer su concesión. Las mujeres infértiles, por ejemplo, llevaban al templo sus úteros votivos hechos de arcilla confeccionados para soñar y orar a los dioses para que concedieran la gracia solicitada. Estos úteros se dejaban en el templo al resguardo divino. Los problemas de esterilidad eran graves en el mundo antiguo. Se necesitaba una tasa de natalidad alta para mantener a la comunidad fortalecida. Las mujeres que no alcanzaban la categoría de madres tampoco eran valoradas socialmente, por lo que no es de extrañar la gran cantidad de ofrendas votivas para alcanzar la gestación.

Un objeto o exvoto se convertía en un talismán, en la forma exterior de un sufrimiento íntimo, tal como sucedía con las mujeres infértiles de las antiguas civilizaciones. La relación entre imaginación y objeto es lo que desencadena la autoreparación y la transformación del padeciente Este acto simbólico y ritual se volvía reparador del sufrimiento de estas mujeres y también una práctica de la esperanza, asunto que motiva este artículo. Los úteros de arcilla ofrecidos a los dioses cumplen una función similar a la de los juguetes en los niños, una proyección imaginativa e interactiva que se da a través de un objeto, en principio inanimado. Esto da al objeto una agencia, permite que se desarrolle un diálogo reparador. 

Lo mismo sucede con la plegaria, no cambia necesariamente un destino, pero transforma al solicitante. A partir de una experiencia cargada de dolor y desconcierto, se abre la posibilidad de participar con el destino, se orienta uno hacia una actividad que trasciende lo personal y que conduce a una realidad aumentada, de esas que no se experimentan con visores. Roberto Calasso compara a estas experiencias de realidad virtual o realidad aumentada con las de un turista: en ambos casos obra una suspensión de lo irreversible. Agotada la experiencia del viaje, el turista volverá a casa, de la misma manera el participante de una virtualidad vivirá una experiencia sabiendo que al retirar el visor se suspende, como una lluvia que no moja. Por el contrario, un solicitante o padeciente se encuentra atravesado por un evento de destino insoslayable y es a través de este impacto que la esperanza de reparación se abre paso, es esta su “realidad aumentada”.

El escritor cubano Alejo Carpentier afirmaba que la grandeza del hombre consiste en imponerse tareas, en mejorar lo que es: “en el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite”. La esperanza carece de sentido en el Edén, sin caída la esperanza no tiene sitio. Sin pestes tampoco, tal como lo relata Hesíodo, Pandora quita sus manos de la tinaja, se dispersan las calamidades pero queda retenida la esperanza. 

La esperanza como actividad.

La esperanza lejos de ser abstracta, es una recopilación de fuerzas capaz de crear nuevos desenlaces para historias difíciles, incluso ante sentencias contrarias a toda esperanza. Como actividad, produce una transición, su dirección es hacia lo que podría suceder, pero no es posible anticipar. Por este motivo y paradójicamente, la esperanza prepara para la decepción y aún así se persevera en ella. Toda esperanza es una falsa esperanza, no hay una razón lógica que la sustente pero esto no la invalida, es una forma de ir a contrapelo cuando el sentido común dice otra cosa, persistir en la esperanza es una especie de delirio sagrado capaz de producir sentido. Hay que decirlo con todas las letras, la práctica de la esperanza nos coloca en posiciones indignas ante cualquier lógica que demande fundamentos y demostraciones acabadas. Si pensamos en la esperanza como una actividad, se deriva la dimensión ética que se desprende de su práctica, que no se sostiene en una moral controladora que se cierra a un resultado, sino que hace mundo a través de la práctica.

A modo de reconocimiento al personal de la salud que afrontó la pandemia del 2020, la artista chilena Pía Schulze donó a un hospital una escultura que llamó “Elpis y la vara de Esculapio” Elpis es la diosa que representa a la esperanza retenida en la vasija de Pandora y es el último recurso disponible para la humanidad. La figura está en “ustrasana” o postura de camello, con el pecho expandido y en cuyo centro se encuentra una piedra circular de granito para recordar el peso que ha dejado la pandemia. En la mitología griega, Elpis es hija de Nyx la noche, sugiriendo que la esperanza es un asunto nocturno y se sabe, ninguna noche es eterna. La esperanza es también un asunto que involucra a la memoria, pues no hay esperanza alguna en el olvido.

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” El relato del Génesis sugiere que la noche humana deja de ser primitiva, deja de ser un caos y una oscuridad absoluta. Se manifiesta en el espacio onírico, en la intimidad, en la espera de un amanecer, y con la espera aparecen los tiempos y las distancias, aparece la espera que desespera. Mucho se habla de la ansiedad como un mal de estos tiempos,  Constanza Michelson afirma que el ansioso no solo cancela la espera, también cancela su símbolo. La existencia ansiosa es pura afirmación, positividad y materialidad. La ansiedad es un desespero corporal para abolir una espera, reclama y exige presencia. El misterio, en cambio, se demora, opera sobre las ausencias. Si el misterio se opone a la ansiedad es porque soporta una distancia decisiva hacia las cosas, en palabras de Michelson.

Nadie muere en la víspera.

No temáis que están con el César y su estrella, nadie muere en la víspera” Con esta frase, un presidente argentino intentó tranquilizar a los pasajeros del avión presidencial que se sacudía ante las violentas ráfagas de viento. Una anécdota que da cuenta de su inflación jupiteriana. La frase sugiere también que la esperanza opera en las vísperas como un intersticio. Víspera proviene del latín vespera, que hace alusión a la estrella de la tarde o Venus Vespertina. Nicola Smuts-Allsop es una astróloga que trabaja con asuntos de fertilidad y ofrece una interpretación sobre Venus, las vísperas y el retorno de la luz, valiéndose del mito sumerio sobre el descenso de Inanna al inframundo. Este relato es una representación estupenda del ciclo sinódico de Venus. Los sumerios asociaron la muerte y la vida con las observaciones astronómicas de Venus. Cada revolución de Venus daba a los observadores la esperanza del retorno de la luz, el regreso de la salud y la felicidad, la liberación del inframundo.

Inanna era la diosa del cielo y de la vida, asociada con la Venus matutina o lucero del amanecer. Su hermana Ereshkigal que residía en el inframundo queda viuda y presa de un estado de sufrimiento, al que se suma sus dolores de parto. Inanna decide descender a los reinos de su hermana oscura para ofrecerle consuelo. Inanna llega a las puertas del inframundo ataviada de sus siete poderes, simbolizados por siete piezas de ropa, incluída su corona. Puerta a puerta, se le ordena desprenderse de sus poderes. Cuando finalmente queda desnuda y arrodillada ante un panel de jueces y ante su hermana, se dicta su sentencia: Inanna debía ser colgada de un gancho hasta que su cuerpo se pudriera. Y así fue.

Enki, señor de la Tierra se ofrece a rescatar a su nieta. Para ello tomó la suciedad que había bajo sus uñas y moldeó dos insectos, Galatur y Kalaturru, que eran lo suficientemente pequeños e imperceptibles para traspasar las puertas del inframundo. Enki les da una poción para que resuciten a Inanna, una gota por cada día que Inanna estuvo en el inframundo. Cuando estos seres están ante la presencia de Ereshkigal se la encuentran con dolores de parto. Galatur y Kalaturru la acompañan y haciéndose eco de su dolor, gimen y se compadecen imitando sus lamentos. El acompañamiento de estas criaturas y el cuidado despiertan en Ereshkigal un sentimiento de gratitud inusual, les devuelve el cuerpo inerte de Inanna quien resucita y aparece nuevamente como la Venus vespertina. 

El reconocimiento del dolor es un punto crítico en la transformación de Ereshkigal que posibilita el rescate de Inanna, y con esto el retorno de la luz. El regreso de Inanna desde las profundidades del inframundo depende en gran medida de esta acción. Galatur y Kurgarra, no eran deidades ni seres extraordinarios, eran insignificantes. El acompañamiento hacia Ereshkigal, genuino o fingido, opera como un placebo, un alivio que la libera y posibilita su reparación y con esto, un giro en la historia. Este acto genera una permuta, un cambio de estados que es la condición de posibilidad para que la luz retorne. La zona mutable en la que opera la esperanza oscila entre plenitud y despojo, luz y sombra, compasión y rabia, gesto y narración. Estos son los auxiliares que dinamizan y precipitan los eventos, ligan lo que se encuentra separado. De la propuesta se desprende y se confirma una vez más que la esperanza es un asunto nocturno, una posibilidad que emerge cuando, al igual que Inanna, somos capaces de descender a los reinos oscuros, no sin antes despojarnos y sacrificar nuestros atavíos y poderes para atravesar las estrechas puertas del inframundo. 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

El fallecido papa católico Benedicto XVI, compartió una audiencia en la previa de pascuas para referirse al momento de la crucifixión de Jesús: llegado el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Eloí, lemá sabactaní?, que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? En la estructura del relato, la oración se vuelve grito, la voz de Jesús se eleva en el culmen de las tres horas de tinieblas, desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Cuando Jesús se acerca a la muerte, solo está presente una oscuridad primigenia y absoluta similar a la que ocurre en los eclipses solares. Jesús ante esta oscuridad absoluta, grita. Cito textual las palabras de Benedicto: “esto sucede también en nuestra relación con Dios: ante las situaciones difíciles y desgarradoras, cuando parece que no nos escucha, no dudemos en confiarle el peso que llevamos dentro, de gritar nuestro sufrimiento”. El abandono, el silencio y la noche oscura dan lugar a la catarsis y al grito. 

Esta narrativa fundacional en Occidente, tiene un final conocido: Jesús resucita y esta novedad es revelada en primera instancia a María Magdalena, la primera en encontrarlo en la mañana de Pascua. “Surrexit Christus, spes mea” – “Resucitó Cristo, mi esperanza”. Jesús se manifiesta ya resucitado a Magdalena, su fiel y devota discípula, la Venus de esta historia que atestigua en primera instancia el resurgimiento del símbolo solar cristiano. Tanto el mito sumerio como el cristiano refuerzan este vínculo entre esperanza, víspera, oscuridad y luz representado por el ciclo sinódico de Venus.

Maria Magdalena es mencionada tanto en el nuevo testamento canónico como en varios evangelios apócrifos, como una discípula significativa. Al igual que Inanna y sus siete poderes, Maria Magdalena estaba poseída pero por siete demonios. Las acusaciones de “posesión demoníaca” se basaban en la creencia de que eran fuerzas que tomaban y desviaban el comportamiento humano alejándolo de Dios. Las personas poseídas eran expulsadas de la comunidad. En consecuencia, liberar a una persona de sus demonios implicaba exorcizarla y recuperarla devolviéndole un lugar en la vida comunitaria. Es lo que sucede con Maria Magdalena cuando Jesús la libera de sus demonios y la comunidad de discípulos se convierte en su familia subrogada.

Se impone desescombrar

Excavar y desescombrar ha permitido a los arqueólogos hallar tesoros sacros y textos antiguos que posibilitan que mil años se vuelvan presente. Se revela, como sucedió con los arqueólogos que hallaron las figuras votivas, algo que permanecía en una franja de olvido y es preciso recuperar: la práctica de la esperanza. En 1945, en un contexto de oscura posguerra, Carl Jung retoma sus escritos luego de casi diez años de silencio posterior a la segunda guerra mundial. Advertía a sus lectores: “Se impone desescombrar”, antes de la reconstrucción viene el desescombro, que también incluye la reflexión sobre lo ocurrido. En este artículo Jung se asume con el alma revuelta y carente de toda mesura. Pensar al mundo fuera del mundo, pensar el padecimiento personal y colectivo sin sufrirlo o teorizándolo, se vuelve una posición defensiva y en cierta forma arrogante. Ni tan lejos ni tan cerca, una distancia de rescate que permita el acercamiento y el rodeo sin fagocitarnos. Se impone desescombrar, tanto para recuperar como para reflexionar; a sangre caliente y a grito pelado por momentos, a sangre fría y con mesura por otros. 

La esperanza como práctica, es una actividad profundamente excavatoria, es hija de la noche y ninguna noche es perpetua. Esta oscuridad no es absoluta ni abstracta, nos recuerda el origen olvidado, que un padecimiento lo vuelve reconocimiento. No hay esperanza posible en el olvido ni en una ansiedad que reclama presencias. La esperanza anhela, reconoce, contempla y reza pero también hace mundo desde su práctica, no solo lo padece en una espera agónica. El desvarío forma parte de su paisaje, pues toda esperanza es falsa en un sentido estrictamente lógico, no hay una razón que la sustente, es ir a contrapelo cuando el sentido común demanda otros tipos de entendimientos, curiosamente es la esperanza la que nos prepara para la decepción y la caída, no la sensatez ni la solemnidad de las certezas. Algo que perturba y desconcierta tiene el potencial de religarnos y despertarnos del olvido, arrancarnos de la sensación de habitar una existencia ajena y desalmada. En palabras de Marco Aurelio:

“O se trata de una necesidad del destino y un

orden inviolable, o bien de una providencia

aplacable, o bien de un caos fortuito y sin

dirección.

Si se trata de una necesidad inviolable, ¿a qué

ofreces resistencia?

Si se trata de una providencia que acepta ser

aplacada, entonces hazte a ti mismo

merecedor del socorro divino.

Y si se trata de un caos sin guía, confórmate,

porque en medio de un oleaje de tal índole

dispones en tu interior de una inteligencia guía”


Gi Juliano

Licenciada en economía y astróloga argentina. Como economista y máster en economía (Universidad del CEMA), se ha dedicado a la docencia (Universidad de Buenos Aires), a la investigación de temas ambientales y a las finanzas. Como astróloga profesional, se encuentra dedicada a la consultoría, a la docencia y a la investigación. Ha transitado una primera etapa de formación relacionada con una astrología de enfoque humanista (Casa XI), una etapa intermedia en la que incorporó diversos contenidos de posgrado que la llevaron a una etapa que continúa en el presente, enraizada en una astrología tradicional helenística (Hellenistic Astrology Course, Chris Brennan).

astrolo.gi@outlook.com
instagram: astrolo.gi

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