Astrología y enfoque corporal (I)

15 Jul 2023

primeros trazos para iniciantes

Por Arminda Abdola

A lo largo de este artículo nos introduciremos en las aguas de dos ríos que llevan al mismo mar: el río del lenguaje astrológico, que nos permite dar voz al orden planetario, con toda su exactitud y misterio; y el río del enfoque corporal o somático, que nos permite aproximarnos conscientemente a la manera en la que este orden se expresa en nuestra dimensión psico-somática y vincular.

Un breve apunte introductorio: la palabra “soma” remite al cuerpo que se experimenta y regula a sí mismo y fue acuñada en la década de los 70 por el educador Thomas Hanna para referirse a todo un campo emergente en aquella época vinculado a la investigación y la reeducación corporal. Cuando hablamos de prácticas somáticas estamos apelando a exploraciones en las que registramos de cuerpo entero, sin intermediarios y sin especial protagonismo cortical. Apelamos, en definitiva, a lo que otra gran investigadora de la época, Bonnie Bainbridge Cohen (fundadora del Body-Mind Centering®), sintetizó de la siguiente manera: “el cerebro es el último en saber”, que básicamente trata de expresar que el registro celular directo, esto es, la sensibilidad celular, precede al registro del sistema nervioso central.

Quienes practicamos este tipo de exploraciones somos el material de estudio y quien estudia al mismo tiempo. Somos quien introduce el pie en el río y las aguas mismas en cauce continuo hacia la mar. Algo que, de alguna manera, también sucede a quien hace de la astrología un camino de vida: cada paso en la profundización de su lenguaje nos transforma, cada avistamiento nocturno nos religa a la danza cósmica de la que nunca dejamos de ser parte inextricable.

Introducirnos en estos lenguajes nos conviene, en tanto uno de los propósitos de este artículo es poder encontrar soporte en formas de mirar habilitantes, que abran espacio, en vez de disociarnos o limitarnos a la hora de entregarnos a la práctica astrológica y al registro de su resonancia en lo corporal.

¿Cómo se funden ambos ríos?

A través del enfoque corporal podemos apoyarnos en conceptos y ejercicios que, con sencillez, nos permiten investigar cómo opera en nuestra experiencia cotidiana la información que codifican los símbolos astrológicos.

Considero que los siguientes tres conceptos son esenciales para dar base a la comprensión de la cooperación entre ambas líneas de estudio: la dinámica implícito/explícito, la recirculación y el registro propioceptivo.

De manera sencilla, podríamos decir que la díada implícito/explícito nos permite dar cuenta de que existe una realidad consensuada y una realidad en continua emergencia. La primera está más vinculada al consciente, a la identificación o, como diríamos desde la astrología, la zona en luz de un código natal; la segunda tiene mayor afinidad con el inconsciente, lo aún velado, la sombra y la vivencia más subjetiva e íntima. 

La recirculación es una estrategia del enfoque corporal que nos permite nutrir continuamente la realidad consensuada del material implícito. ¿Cómo? Visibilizando, tirando del hilo, cultivando la curiosidad, preguntando, escuchando, dando espacio para que aparezca… y lo más importante: reconociendo.

El registro propioceptivo, por otro lado, es la manera que tenemos de afinar nuestra sensibilidad para entrar en contacto físico con tales emergencias de lo invisible que pueden presentarse en forma de gestos, sensaciones, imágenes, tonos de voz, palabras, etc. En los abordajes especializados en trauma, poder registrar estas emergencias es fundamental a la hora de abrir nuevas posibilidades dentro del “discurso habitual”. Dicho de otra manera: ser sensibles al material implícito (también llamado “secundario”), a aquello que nos está atravesando sin que lo registremos, es esencial para poder enriquecer y ofrecer información nueva y suculenta a la parte más explícita, esa que desde la mirada humanista llamamos “de identidad”.

En los enfoques somáticos que se consolidan en la época de los 70, este proceso sucede de manera eminentemente corporal –sin necesaria elaboración racional– a través de propuestas de movimiento, y recibe el nombre de “reeducación” y “reeducación de patrones”. Esto sucede a causa de que poner el foco en experimentarnos y explorarnos somáticamente trae a la luz muchísima información subyacente de nuestro organismo que, al ser sentida y reconocida, cambia la manera habitual en la que nos habitamos.

Por ejemplo, explorar la ubicación y cualidades de los órganos y explorar cómo pueden dar soporte a las estructuras óseas que los contienen puede transformar nuestra manera de actuar en tanto comenzamos a apoyarnos en este sistema mucho más profundo y asociado a las funciones primarias como la nutrición y la metabolización, en vez de movernos únicamente desde nuestro sistema músculo-esquelético. Cuando registramos sensiblemente que nuestros órganos cumplen una función de soporte en relación con sus contenedores, se produce una reeducación: los contenedores se relajan y, de alguna manera, encuentran el permiso orgánico para apoyarse y ceder a la inteligencia blanda e íntima de su contenido.

En el plano psicológico, este ceder contenedor-contenido puede expresarse como una relajación de la persona y un pasaje de funciones más marciales/saturninas, vinculadas al movimiento, la defensa y la estructura, hacia funciones más blandas, asociadas al contacto interno, al registro emocional y a la escucha (Luna/Venus).

Astrológicamente, podemos mapear en un código qué símbolos y configuraciones juegan reforzando la identidad del nativo o de la nativa, configurando su experiencia somática cotidiana, y cuáles pueden ser una fuente riquísima de material nuevo, aún no asimilado ni registrado por la consciencia. En última instancia, tanto la astrología como el enfoque corporal apelan a la sensibilidad y al desarrollo de una madurez orgánica y necesaria para que tal sensibilidad pueda desplegarse creativamente de acuerdo con la naturaleza de cada ser.

Ciclicidad

Con intención de seguir tirando del hilo de la sensibilidad y de cómo acompañar el diálogo entre lo implícito y lo explícito, cabe ampliar nuestra mirada sobre el Sistema Solar y los ciclos planetarios.

Uno de los mayores soportes de estabilización psíquica hurtados por el paradigma productivista y su concepción del tiempo lineal es la consciencia cíclica.

Cuando comenzamos a caminar de acuerdo a prácticas cíclicas, como pueden ser el ciclo lunisolar o el ciclo sinódico de Venus, nos vamos reprogramando y caemos muy hondo a la experiencia de que el tiempo funciona en espiral: retornamos al origen una y otra vez. 

En el tiempo lineal que da base a nuestras culturas, el origen está tan lejos que no se alcanza y, lo que es peor, resulta atemorizante, de tan distante. En el tiempo cíclico, el origen es la matriz a la que retornamos una y otra vez para poder continuar viaje. Es lo que hacemos en cada fase menguante, en las lunas vacías de curso, en el mes anterior a nuestro cumpleaños, en el tránsito de los planetas por nuestra casa XII (representativa del inconsciente en el que todas las formas materiales se disuelven), en el tránsito de planetas por el último signo de la Rueda Zodiacal, Piscis, que también podemos llamar de “planetas en fase XII”, etc.

Recordar cómo dialogar con la matriz-origen es también tonificar nuestro diálogo con la muerte y, en definitiva, con el ciclo Vida-Muerte-Vida. Podemos encontrar una bella alegoría al respecto en un niño que vive en el campo y, al cuidar de su gallinero, ve morir a las gallinas de múltiples formas: de viejas, sacrificadas como alimento, desplumadas por las martas que, muertas de hambre, bajan en verano de los bosques… El niño naturaliza la muerte, no la extirpa de su calendario de eventos cotidianos. Un niño ajeno a esta naturalidad, a medida que crece, amplía su distancia con respecto de la muerte hasta que esta le resulta completamente atemorizante, de tan extranjera.

La falta de contacto cotidiano con la finitud y con el rebrotar cíclico de la vida inhabilita nuestra gestión emocional y psicosomática de ciertas vivencias. 

Pasa igual con la apertura del corazón. Hay quien cierra su corazón luego de una primera experiencia amorosa a causa del dolor inevitable que todo vínculo, tarde o temprano, nos aboca a sentir. Ahora bien, la estigmatización del dolor, que viene muy de la mano del tabú de la muerte, restringe el tiempo que necesitamos para ir regulándonos en la apertura, ir aprendiendo a cuidarnos en el amor e ir madurando las formas y tiempos que necesitamos íntimamente para amar con integridad.

¿Cerrando nuestros ojos a la muerte nos libraremos de la muerte? 

¿Cerrando nuestro corazón al amor nos libraremos del dolor?

Más bien, nos empobrecemos. La consciencia cíclica nos ofrece el soporte que necesitamos para confiar y comprender con perspectiva que no se puede ir hacia la muerte sin ir hacia la vida ni ir hacia el dolor sin ir hacia el amor porque todo lo que existe se orquesta en ciclos.

Esto puede ser muy obvio, pero considero importante que podamos elaborarlo de manera que nos sintamos capaces de transmitir la lógica detrás de esta obviedad. Y no solamente la lógica, sino también, su misterio experimentado en carne.

La consciencia cíclica no puede despertarse si no atravesamos la puerta del misterio. Lo reconocemos, y al reconocerlo nos aliamos con él. Se vuelve un soporte. Lo que nos pasa está articulado de acuerdo con procesos colosales, a ciclos que podemos estudiar y sentir, pero que, en algún punto, resultan inasibles e ininteligibles.

Y aquí orillamos de nuevo a una cuestión fundamental: cómo ciclar nos permite ampliar la percepción y la sensibilidad para entrar en contacto con más y más capas de las dimensiones de los procesos cíclicos que podemos “estudiar y sentir”.

  • Y tal vez acá podamos alzar las preguntas: ¿qué significa sensibilizarse? ¿Qué es la sensibilidad para mí? ¿Qué me sensibiliza?

Cuanto mayor la sensibilidad, mayor nuestra capacidad para entablar diálogos complejos que ponen en juego todas nuestras habilidades propioceptivas, energéticas y espirituales.

Dejamos de desprestigiar los sueños, por ejemplo, para hacerlos aliados. Empezamos a confiar en nuestras visiones. Nos relajamos lo suficiente, gracias a esa confianza que nos da la perspectiva cíclica, para poder sentir con profundidad y descubrir la realidad de imágenes, sonidos o sensaciones que antes ni siquiera registrábamos. Conectamos con nuestro campo magnético, con la intuición y el registro de la entraña. Aprendemos a descifrar las activaciones corporales y ya no las vemos como síntomas aislados, sino como toda una partitura expresando una canción muy exacta. Escuchamos la sabiduría cardíaca, único órgano que separa un cuerpo vivo de un cuerpo muerto. Experimentamos la inteligencia endocrina y las diferentes fases de nuestra mente mercurial (epimeteica y prometeica): la que metaboliza y la que se adelanta, premonitoria. Entran aquí también el desarrollo de habilidades oraculares y telepáticas, y toda experiencia que el sesgo racionalista habitualmente castra por poner en evidencia la verdad que más atemoriza a nuestro paradigma actual: que no hay control posible, sino agencia; que no hay control, sino ciclo Vida-Muerte-Vida; que no hay control, sino todo un aprendizaje de madurez sobre cómo proveernos de los propios soportes, regularnos, co-regularnos y llegar a acuerdos, a los buenos acuerdos con quienes nos rodean que nos permitan coexistir, amarnos mutuamente y desplegarnos en integridad.

Desde la mirada del enfoque somático Body-Mind centering®, al que previamente hicimos referencia, entendemos la agencia como “la habilidad para tomar decisiones corporizadas, generar influencia y resonancia, asumir riesgos y aprender de la experiencia.” Desde esta perspectiva, la agencia comporta una gran soberanía íntima que, simultáneamente, embebe al colectivo de sensibilidad, responsabilidad y madurez social.

A efectos prácticos, ¿cómo la consciencia cíclica que la astrología nos invita a cultivar puede vigorizar nuestra experiencia de agencia? 

Dejamos esta pregunta abierta, reposando en la alegría y la curiosidad del no sé, para avanzar un paso más.

Ciclos planetarios

Planetas – Signos – Aspectos – Ciclos

Funciones – Cualidades – Diálogos – Procesos

Un ciclo planetario comienza cuando dos planetas se unen en el mismo punto matemático. Desde la perspectiva terrestre, lo que vemos es que dos cuerpos se aproximan, de acuerdo con sus órbitas y quedan muy cerquita o, incluso, se funden en un solo punto en el cielo.

Este hito de encuentro se llama conjunción y forma parte de los muchos aspectos que pueden realizar dos cuerpos entre sí, de acuerdo con los grados matemáticos en los que se encuentren y sus distancias.

Esta es una imagen representativa de una conjunción Luna-Venus, que ocurre mensualmente cuando la Luna, que describe su órbita a mayor velocidad que Venus, la alcanza desde la perspectiva de la Tierra. En esta representación, además, Saturno está muy cerquita de Venus, así que podríamos decir que se trata de una triple conjunción. Pudimos avistar este evento el pasado 23 de enero del 2023.

Los planetas representan, en una de sus múltiples dimensiones, funciones psíquicas, de modo que cuando se unen inicia un ciclo en el que tales funciones han de desplegarse conjuntamente, lo que implica que a lo largo de todo un ciclo (que finaliza cuando ambos cuerpos vuelven a encontrarse) probamos cómo encarnar estas funciones juntas. 

Por eso una conjunción puede relacionarse, simbólicamente, con una semilla.

En el caso de Saturno y Venus, por ejemplo, si Saturno representa la función estructural de la psique (noción del tiempo, madurez, función paterna, protección, responsabilidad, principio de realidad, etc.) y Venus, la función abierta (disponibilidad para la vincularidad y para ser transformada por ella, conciliación, receptividad creativa, conexión con el deseo evolutivo y el valor íntimo, etc.); cada vez que se juntan en el cielo (una vez al año, aproximadamente), se inicia un ciclo-pregunta sobre cómo hacemos para vincularnos con madurez, para abrirnos con responsabilidad, para aterrizar y poner en funcionamiento real nuestro valor y gozar en el proceso, para consolidar nuestros vínculos, etc.

Los signos pueden comprenderse como las cualidades de las que beben las funciones planetarias. Saturno en Acuario no se expresa igual que Saturno en Piscis. A medida que profundizamos en las dignidades planetarias y en las cualidades de los signos, que me gusta imaginar como paisajes arquetípicos al que todes tenemos acceso directo, vamos pudiendo elaborar cada vez con mayor finura la interpretación de los ciclos planetarios en relación con el despliegue de la consciencia humana.

¿Qué nos interesa de todo esto? Cuando nos introducimos en el lenguaje astrológico, habitualmente perdemos la noción terrenal y corporal, por tratarse de un lenguaje muy complejo y que nos permite contactar con muchísimas dimensiones de nuestra experiencia a la vez. No perder la referencia terrenal pasa, bajo mi perspectiva, por darnos cuenta de que la astrología puede funcionar como una herramienta que nos permite percibir con mayor apertura de qué va la vida.

Y la vida va de relaciones.

Un ciclo no es otra cosa que una relación. Dos se juntan, cada quien de su padre y de su madre, con las cualidades que en ese momento encarnan, y copulan. Cada cual sigue su camino, a su ritmo y velocidad correspondiente, mas de su cópula surge un tercer elemento. Ese tercer elemento es, ni más ni menos, que un ciclo… Es decir, un vínculo que irá evolucionando. La matemática de esa evolución, que en astrología medimos con los aspectos o grados que separan a ambos planetas, determina las fases por las que pasará el ciclo. 

¿Lo genial? Que la matemática es la misma para todes, aunque se desarrolle de acuerdo con ritmos y cualidades diversas. Básicamente, existe una matemática vincular que se traduce en desafíos y recursos continuos. Tiempo de colaboración y fluidez (aspectos blandos como sextiles o trígonos) y tiempo de tensión y salto de consciencia (cuadraturas, oposiciones, sesquicuadraturas, etc.).

Aplicación al enfoque corporal

Todas las funciones se unen a todas en algún momento porque, tal como el Sistema Solar se conforma como una comunidad, así se expresa nuestro psiquismo: como una diversidad dinámica. La diversidad que somos se despliega con mayor o menor coherencia de acuerdo con la habilidad de nuestra consciencia para acompañar y atestiguar el diálogo entre las partes.

Si nos dedicamos a contar cuántas conjunciones son posibles entre planetas desde la perspectiva de la Tierra, sean visibles o no (recordemos que a partir de Saturno necesitamos, por la distancia, de herramientas tecnológicas para poder ver los cuerpos planetarios), descubriremos más de 40 ciclos que, si agregamos factores como las cualidades de los signos, acaban por constituir un entramado infinito de posibilidades.

En la misma línea, nuestro psiquismo no tiene tope. Siempre hay voces yéndose y material subterráneo emergiendo, como a lo largo de nuestra vida hay personas que se marchan y otras que llegan, aunque tengamos 99 años. La cuestión es si nos sensibilizamos a notar qué tienen en común esas personas que se van y esas que llegan.

Discernir los patrones subyacentes a nuestra experiencia psico-somática es parte de la maestría de la astrología. Y, gracias al Gran Espíritu y a la genialidad humana, resulta que nuestro código natal es un fantástico mapa de patrones que podemos, a lo largo de toda la vida, investigar teniendo, digamos, una suerte de anclajes o puntos de partida que pueden llegar a ser muy específicos.

Siguiendo con el ejemplo anterior: si en mi código natal tengo Venus-Saturno en conjunción porque nací en el momento en el que este inicio de ciclo se estaba dando en el cielo, puedo interpretar que a lo largo de la vida ambas funciones irán juntas creando un tercer elemento. 

Como la función saturnal requiere tiempo para ser introyectada porque nadie nace siendo padre de sí misme, probablemente en las primeras décadas de vida la función venusina quede velada por esta función saturnal proyectada en otras personas. ¿Cómo así? Puede suceder, por ejemplo, que una figura paterna vele mi relación con el placer o que las figuras de autoridad de mi vida castren o restrinjan mi pulso libidinal.

En realidad, mi interpretación e identificación con respecto a estas experiencias dista de la función esencial de Saturno. A lo largo de la vida, con fortuna, vamos pudiendo desvestir y esencializar nuestro vínculo con las diferentes funciones planetarias de modo que nos sea posible desplegarlas creativamente. En este caso, por ejemplo, de la sensación de restricción y aislamiento es posible transicionar hacia el proceso de hacerme responsable de mi propio pulso erótico, de madurar mi manera de abrirme y experimentar placer, de consolidar las vías en las que genero recursos y una economía sostenible desde lo que me abre y deleita, etc. Y esta semilla que inicialmente se vive como conflictiva, con el tiempo, a medida que las funciones dialogan y maduran, acaban por aprender a colaborar… o no. Es un misterio por qué hay personas que abren su consciencia a esta danza y otras que mueren sin haber bailado jamás.

El enfoque corporal es una herramienta dichosa para que podamos danzar más y más cada día. ¿Y qué habilita la danza? El reconocimiento de la diversidad que somos, la lubricación entre las partes, la apertura al diálogo, la curiosidad que nos permite decir “ah, tú que eres tan molesto o a ti que te tengo tanto miedo… ¿quién eres? Me gustaría conocerte un poco más.”

Tal vez el despliegue de la consciencia sea un mero proceso de sensibilización a lo que ya está ahí. Un mero acto de reconocimiento.

Todo desea ser reconocido por la luz de la consciencia, ser visto y… ser amado. Retornar a la unidad, ser funcional, sentir sentido y participación creativa. Así le ocurre a cada una de las personas, voces, entidades, síntomas o emergencias que nos habitan, inclusive las más incómodas, dolorosas o traumáticas. Cuando algo se reconoce, se integra y, orgánicamente, deja de protagonizar la experiencia, lo que básicamente es dejar de insistir en ser visto y ocupar lugares que no le son propios. Quizás eso que trata de ocupar el lugar que no le corresponde ni siquiera sabe cuál es su lugar. La emergencia del material implícito se integra al organismo cuando entramos en contacto con su función en relación con el todo o cuando podemos acompañarlo a desplegarse lo suficiente como para que se revele el patrón completo del que forma parte.

La coherencia que nace de la percepción de la diversidad que nos atraviesa, de la especificidad de las partes y sus relaciones y, finalmente, de la perspectiva que ganamos gracias a esta percepción ampliada, se apoya necesariamente en la regulación. 

Desarrollaremos este concepto en un próximo artículo, incluyendo estudios de caso que ejemplifiquen la comunión entre el lenguaje de las estrellas y las rutas del cuerpo. Por ahora, nos quedamos con un sencillo interrogante más:

  • Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. ¿Dónde va cada cosa? ¿A qué es funcional?

Y esta preguntita, casi como una adivinanza infantil, nos ayuda a abrirnos al orden de lo que somos; un orden en continuo despliegue. ¿Puede haber un orden emergente, siempre cambiante? Puede, y no hay que ir a ningún lado para descubrirlo: basta pararse, respirar y sentir el delicioso e infinito despliegue de nuestra interioridad, que integra tanto hilos de pensamiento como actividad metabólica, tanto imágenes como corrientes fluidas que atraviesan membranas, tanto sueños y memorias como pisadas que vertebran nuestro tránsito de vuelta hacia la mar.


ARMINDA ABDOLA HERNÁNDEZ

Creadora y vocera al servicio del despliegue orgánico, evolutivo y artístico.

Inspirada por su proceso formativo en el enfoque Body-Mind Centering®, cultiva el enfoque corporal en la consulta astrológica y facilita laboratorios colectivos de ciclaje a tiempo real.A través de ambos senderos investiga el engranaje entre símbolo y poética, astronomía y anatomía experiencial, ciclicidad y desarrollo creativo, sosteniendo siempre el foco en avivar la sabiduría innata y la relación directa entre el cuerpo, la Tierra y el misterio.

ig. @astrosenmovimiento
telegram. @astrosenmov
astrosenmovimiento@gmail.com

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